“No me duele que me mientas, lo que me duele, es que ya no podré volver a confiar en ti”

Esta frase se la he oído a mi mamá, algunas veces en la vida, sobre todo cuando ella tenia que lidiar con 3 adolescentes … nada más cierto. Pues una promesa, algo en lo que quedas formalmente, supone un compromiso con alguien más … o contigo mismo.

Cuando hacemos un compromiso, una promesa o un propósito, creamos un trato, puede ser con alguien más y entonces declaramos la firme voluntad que tenemos de hacer algo, por lo que la persona que recibe la promesa o con quien se hace el propósito o el compromiso se siente confiado y eso le da cierto derecho a reclamar o a molestarse si es que no recibe lo que espera porque nosotros lo creamos.

Cumplir con lo que prometemos trae un beneficio muy grande a nuestras relaciones pues ganas credibilidad, respeto y confianza ante los demás como una persona seria y fiel a sus ideas y acciones. Lo más importante aquí es que si eso lo ganas ante los demás, también lo ganas ante ti mismo. Tiene mucho que ver con la autoestima, pues si comienzas a NO tomarte en serio, tú mismo estás actuando incongruentemente y desvalorizando tu promesa quedando ésta como si hubiera sido una mentira.

Cuando lo que prometiste no te parecía importante, quizá te arrepentiste a última hora de cumplirlo o pudo haber sido imposible de cumplir pero igual te propusiste … al final de cuentas estás rompiendo la promesa, lo que significa que estás rompiendo también la confianza depositada en ti cuando recién hiciste el compromiso.

Te afecta en la autoestima, en tu reputación y cuando la promesa es hacia ti mismo, muchas veces te sientes deprimido, así es que es mejor no andar prometiendo lo que no puedes cumplir, pensar muy bien en las consecuencias de la promesa y hacer que tu palabra siempre tenga valor.

Platícanos cómo vas con tus propósitos, te invito a dejarnos tus comentarios y a compartir este post con quien vibre igual que tu.

Marvi para Cuarto para la luna